En el nuevo Ford Fiesta se encuentran dos mundos hasta ahora bien separados, por un la necesidad de contener los costos, propia de los compactos, por el otro el espíritu refinado de los medianos modernos.
Esta dualidad se plasma en los materiales utilizados en el tablero, que siguiendo a los medianos utiliza materiales acolchados en la parte superior. En la mitad inferior, el tacto vuelve a ser rígido, pero esta es una tendencia a la que solo un auto del calibre del Mondeo III puede escapar. Hay que destacar que más allá de la suavidad, también hay un importante trabajo en las texturas de casi todas las superficies con distintos granulados.
Exceptuando la visera del cuadro de instrumentos, algo blanda, el resto del conjunto luce firmemente atornillado. Los usuarios del nuevo Fiesta nos irán comentando si conserva esta solidez al acumular kilómetros. En cuanto a las juntas, se puede criticar la “luz” entre el perímetro que rodea el panel central (radio, bocas de aire) y el resto del tablero. Todo lo demás está prolijamente unido, desde los empalmes con el panel de techo, plafón de luces y otros lugares sensibles.
El tapizado de butacas es correcto, ni ponderable ni criticable por textura, calidad y diseño, y parece resistente. Se lamenta que no haya tela en las contrapuertas, una tendencia actual que parece internacional, especialmente teniendo en cuenta el tapizado de pilares o el forrado en cuero del volante. Faltaría cubrir mejor los raíles metálicos de las butacas delanteras y alguien se quejó del cobertor de columna de dirección (por la regulación en profundidad) que utiliza tela en lugar de goma, pero eso ya es hilar muy fino. Por último, todo el alfombrado es bueno incluyendo el baúl, totalmente recubierto.
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